Sunday, December 10, 2017

Rutina para cambiar

A veces cambiar es más difícil de lo que parece. Una y otra vez volvemos a caer en el comportamiento cotidiano.
Soy un jugador amateur de tenis y muchas veces me enfrento a rivales que tienen una técnica que considero inferior a la mía. Sin embargo, en muchos casos el resultado me es adverso.
Aprovecho los cambios de lado para mirar objetivamente qué debo cambiar. Algunas veces logro detectarlo, en otras no.
El principal ingrediente para lograr un cambio es encontrar qué es lo que se debe cambiar. Pensar solamente: "esto la estoy haciendo mal" no resuelve la situación. Es más, muchas veces pensarlo desde una óptica negativa es contraproducente (siempre es mucho más mejor enfocarse en lo que debe hacerse en lugar de lo que no).
Saber qué debemos cambiar no siempre es evidente. A veces requiere de pruebas y error para detectarlo. Otras es contraintuitivo. Sin embargo, una vez que lo sabemos gran parte del trabajo está hecho.
Empezamos a aplicar los cambios y percibimos los resultados. Acá es donde empieza la segunda parte del problema, que es en la que me quería enfocar: ¿cómo hacer para mantener el ritmo del cambio?
Vuelvo al tenis: Ya encontré lo que tengo que cambiar, lo estoy aplicando y veo los resultados, vuelvo a sentirme conforme con mi desempeño. Entonces me relajo y poco a poco dejo de prestarle atención al cambio.
Cuando me quiero dar cuenta, volví a caer en la conducta anterior, la que tengo por defecto y que quiero erradicar. Este punto a veces, especialmente en tenis, puede ser muy difícil de mantener. Es como si tuviese una superficie por donde fluyen las ideas, donde hay un surco grande y pronunciado: si no tengo cuidado, todas terminan cayendo ahí, no pudiendo escapar.
¿Cómo hago? Exagerar el cambio hasta volverlo costumbre. Repetirlo hasta en los casos en que no es necesario. Es acostumbrar a la cabeza al nuevo surco, pronunciarlo, volverlo el más relevante.

Tuesday, December 5, 2017

¿Para qué quiero tener razón?

¿Cuántas veces participamos en discusiones donde parece ser más importante tener razón que resolver los problemas?
Ejemplos:

  • no te lo voy a repetir, ya te lo dije: ¿No sería más importante responder la pregunta y destrabar a la otra persona?
  • sabía que esto iba a pasar: nada como predisponerse para el fracaso, esperarlo secretamente para tener razón…

Creo que siempre es más importante sumar, agregar valor. La razón no suma, si el producto no se entrega a tiempo, si el problema no se resuelve, tener razón es secundario, salvo para deslindar responsabilidades, que en definitiva, también es secundario. Ahora, si se llega a tiempo, si los problemas se resuelven, tener razón no tiene ninguna importancia. En cualquiera de los casos, tener razón no define el éxito de nuestros proyectos, solamente alimenta nuestro ego.