Existe una nueva tendencia, al menos en el mundo entrepeneur de celebrar los errores.
Esto apunta a lo siguiente:
- Si no se falla estrepitosamente al menos dos veces al año no se está saliendo de la zona de confort, no se está intentando empujar los límites.
- Todo error es aprendizaje. Si se despide al que comete un error, se da el mensaje que fallar es castigado. Además, el aprendizaje de haber vivido el error en primera persona, se pierde.
Sin embargo, esto no puede llevarse a los extremos de hacer un ranking de quién fracasó más y asignar los premios en base a esa escala. Adicionalmente, se deben establecer límites para detectar tempranamente los errores, o al menos poder saber si no se alcanzarán los objetivos, para poder determinar acciones correctivas o finalizar la prueba.
Esto es una tendencia, que creo que dentro de ciertos límites, es correcta. Las empresas y las personas progresan por tomar riesgos. Pero es fundamental saber donde se están tomando esos riesgos. Estos deben ser controlados (dentro de ciertos límites) y evaluados constantemente. Distinto son los errores que ocurren donde no se los espera. Esto es simplemente no manejar una matriz de riesgos.
Lamentablemente, muchas empresas siguen todavía en un esquema mental anterior donde el error se castiga, en caso extremo con el despido.
Algunos indicios de que tu empresa castiga el error más allá de lo que diga en los cuadros motivadores que se ponen en los pasillos:
- Ante el error te preguntas: ¿esto fue mi culpa?
- En lugar de preguntar qué duda validamos o qué aprendimos, te enfocas en cuánto costó.
- Dudas en comunicar tus conclusiones preliminares si no son buenas noticias, sobre todo, esperando para ver si la situación se corrige.
- Ante un error buscas justificaciones externas a vos o a la compañía que puedan haber provocado el error.
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